04-06-07

Brutalidad v/s Humanismo: un reto para la educación

Reflexionando sobre la educación he recordado una de las tragedias que más me ha impactado: La tragedia de Antuco. Y es que este lamentable hecho es un buen ejemplo para graficar el enfrentamiento brutalidad v/s humanismo y su presencia en la educación.

45 jóvenes muy parecidos a mis alumnos perdieron su vida en una de las estupideces más grandes de los últimos tiempos. La muerte de los conscriptos en Antuco es sólo una de las tantas consecuencias de la doctrina de la brutalidad. La tragedia nos impactó y muchos lloramos con el dolor de las familias, pero no nos provocó extrañeza. Dolor, pero no extrañeza. Cuando supimos que los militares habían hecho marchar en condiciones inhumanas a cientos de jóvenes, lo criticamos, lo repudiamos , lo sentimos, pero no lo consideramos algo raro.
No es coincidencia que sólo días antes hubieran muerto otros dos jóvenes en el servicio militar. No es coincidencia que los militares estadounidenses sacaran fotografías indignas a prisioneros en Irak. No es coincidencia que las mayores violaciones a los derechos humanos, no sólo en Chile, sino en el mundo entero, sean cometidas por militares en el poder. Y no nos extraña. Nos extrañaría que Green Pace violentara seres humanos, que el Hogar de Cristo torturara, pero es casi esperable de los militares. Pero, ¿Por qué? ¿Por qué no nos extraña que cosas como estas sucedan en el ejército?
Ya nadie puede sostener la tesis de las responsabilidades individuales: alguien se volvió loco en el ejército y ordeno torturar a los prisioneros, otro entendió mal y los fusiló, luego uno por cuenta propia los hizo desaparecer. Podría creerse si se tratara de uno o dos víctimas, pero ha sucedido con miles.
La tragedia de Antuco está siendo explicada como un descriterio, es decir, nuevamente la responsabilidad individual. Esta teoría definitivamente se transformó en insostenible. La única respuesta posible es la existencia del paradigma de la brutalidad en las filas de quienes se suponen nos defienden. Alguien dirá que tiene que ser así, que el ejército debe prepararse para ganar guerras y que éstas no se ganan con buenos modales. No estoy de acuerdo, creo que sí es posible concebir un ejército guiado por paradigmas humanistas. El humanismo es lo que le está faltando a las fuerzas armadas y el humanismo es lo que está sufriendo un serios retroceso en la sociedad contemporánea.
La educación debe sacar lecciones de todo esto...

No estamos ajenos a la problemática. Todo lo que sucede en la sociedad, sucede en las escuelas. De hecho, históricamente han existido en la educación tradiciones militares, las que forman parte de la política de defensa de los países. Una educación por el humanismo debe identificar y abandonar las tradiciones militaristas (por lo demás siempre conductistas) pues la alejan de su espíritu y la acercan a la brutalidad.
Una educación humanista sólida nos permitirá evitar un futuro gobernado por brutos. Una educación humanista nos posibilitará mantener la paz. Una educación humanista permitirá que no se vea al opositor como un enemigo, al vecino como un peligro, al diferente como indigno, al débil como un estorbo, al subalterno como un esclavo y a todos como sospechosos.
Los países, históricamente organizados entorno a la desconfianza y la rivalidad con sus vecinos, mantienen una política de defensa que incluye no sólo a los militares y el armamento, sino además el fortalecimiento de una mentalidad de defensa forjada desde la infancia por medio de la educación, lo que podríamos llamar la educación para la guerra. Esta mentalidad fomenta un mal entendido amor a la patria, expresada generalmente en actos simbólicos de carácter fetichista, esta mentalidad requiere de importantes dosis de chauvinismo, Combina complejos de inferioridad y de superioridad y requiere de disciplina, pero de una disciplina militar. La mentalidad de defensa fomenta una forma de pensar, sentir y actuar consecuente con los intereses que se persiguen y es la escuela el principal foco en esta cadena.
¿Alguien puede explicar qué queremos decir cuando a los niños les hablamos de los valores patrios? ¿Cuáles son las actitudes que los evidencian? ¿Cantar el himno nacional sin sombrero y mirando la bandera? Eso no significa nada, el respeto no puede ser un acto fetichista. ¿Qué quiere decir que un tipo cante el himno nacional con la mano en el pecho, porque allí está el corazón? ¿Por qué no la mano en el cerebro, por decir algo, al final también es un órgano vital, no? ¿O los valores patrios son el respeto a las tradiciones?¿Cuáles?
Creo que falta reflexión y que compramos muy fácilmente lo que venden. Los supuestos valores patrios no son más que una excusa para mantener a los jóvenes dispuestos a la guerra. Cuando se exagera el amor a su bandera (ese simple trozo de tela), generalmente se rechaza a las otras, no es un amor incluyente, no es como el amor de familia, donde el amor se comparte. Cada vez que nos enfrentamos en un partido de fútbol con otras selecciones, el público repudia el himno del contrincante, esto es visto por mucha gente como una falta de educación, pero sucede que es todo lo contrario, es fruto de nuestra educación.
Mientras sigamos educando aferrados a las tradiciones militaristas, seguiremos formando jóvenes “patriotas”. Invito a hacer una pequeña encuesta entre los alumnos y preguntarles ¿a quién le gustaría que Chile tuviera una guerra con Perú o Bolivia? ¿A quién le gustaría pelear en esa guerra?. Les adelanto la respuesta: a muchos, y no sólo eso, a muchos les gustaría en la guerra tener la oportunidad de matar un boliviano o peruano. Podemos culpar a la TV, a los juegos de video, etc. Pero creo que la educación tiene una cuota importante de responsabilidad.
Las efemérides están llenas de batallas y héroes de guerra. No sólo recordamos los aniversarios de la guerra, lo celebramos y ponemos a los caídos como ejemplos para la juventud. Nos sentimos orgullosos de haber vencido a nuestros vecinos en una guerra expansionista y en los colegios lo tratamos como un valor. Todo pueblo debería sentirse avergonzado de sus guerras, aun cuando fueran inevitables, si es que existen las inevitables.
Nos enorgullece que nuestros alumnos desfilen como verdaderos soldados para el 2 de octubre, nos gustaría que las formaciones en el acto cívico se vieran como las de los militares, nos encanta la uniformidad, nos atrae la disciplina militar, pero cuidado que todo esto funciona bajo su doctrina, y esta no es otra que la ya mencionada brutalidad.
Mi intención es poner sobre la mesa temas que a mi juicio deben ser discutidos. Y creo que debemos ser capaces de cuestionar incluso aquellas tradiciones que se contradigan con nuestros fines humanistas. Los militares claramente tienen su doctrina, no la comparto, pero poco puedo hacer al respecto, sin embargo sí puedo hacer algo en la educación y me asusta que se mantengan tradiciones militaristas en los establecimientos educacionales. Llegó el momento de erradicarlas, es el mejor momento.
Identifiquemos todas aquellas prácticas militares que alguna vez fueron incorporadas a la educación (muchas de ellas en tiempos del boom de los modelos alemanes), discutamos la validez de ellas y no temamos en eliminarlas. Las prácticas militares se basan en el miedo como herramienta de disuasión (es la base de toda política de defensa) y en la anulación del individuo para la formación de una masa obediente. Es decir, todo lo contrario de lo que deben ser las prácticas humanistas.
Antuco pone una alerta no sólo en los regimientos, también en la educación. Más aún cuando no sólo los profesores hacen clases ¿Alguien se preocupa de saber si las personas habilitadas para ejercer la docencia poseen una formación humanista adecuada? Si la educación no se preocupa por estos aspectos, podemos llegar a tener nuestras propias víctimas de la estupidez.

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